Los principales sacerdotes, escarneciendo, se decían unos a otros, con los escribas: A otros salvó, a sí mismo no se puede salvar. El Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos. Marcos 15:31, 32.

La gran tentación de Jesús fue echar mano de sus infinitos poderes propios para hacerse la vida más liviana y, sobre todo, para huir de la tortura insoportable de la cruz. Pero, como dice el gran autor católico Ramón Cue, “¿no era un mayor milagro el que no quisiera bajar de la cruz y aguantara en ella?… precisamente nuestra redención radicó en que Cristo superara el reto y aguantara en la cruz, sin bajarse, muriendo clavado en ella”. Y es precisamente porque Jesús no aceptó el reto, y pudiendo salvarse de la cruz decidió quedarse allí, por lo que tú y yo tenemos la bendita seguridad de que hay salvación infinita para nosotros; que nuestros pecados, nuestras culpas y nuestra condenación ya han sido expiados en la cruz, por el amor del Señor que, si nos quería salvar a nosotros, a sí mismo no se podía salvar, y ciertamente decidió no salvarse, para que nosotros sí pudiéramos hacerlo.

Hoy, mucha gente, al igual que los sacerdotes y los escribas del tiempo de Jesús, quisieran un Cristo sin cruz; un Cristo que nos dijera que no tenemos que sufrir, que con Dios somos inmunes a todos los problemas terrenales, y que nos garantice trabajo seguro, economía segura, pan seguro, diversiones seguras, pasarlo bien con seguridad: un Paraíso en la Tierra. No quieren saber nada de un Cristo que, al morir en la cruz, les dice que son pecadores, necesitados de redención, de perdón, y de una transformación radical de su corazón y de su vida. “Baja de la cruz, y creeremos en ti”, dicen, con sus actitudes, si no con sus palabras. Pero, gracias a Dios, nuestro Cristo, el Cristo de las Escrituras, el Cristo real, es el que fue hasta la cruz, se dejó clavar voluntariamente en ella y, pese al desafío de demostrar que podía bajar de allí, aguantó en ella para que toda la humanidad pudiera tener la posibilidad de la salvación.

Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2015
“El tesoro escondido” Por: Pablo Claverie






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